Hay que esperar cuando se está desesperado - RoElric - 呪術廻戦 (2024)

Se conocieron hace 4 años cuando Yuuji ingresó a la Preparatoria Metropolitana de Hechicería de Tokyo, él, un alumno de primer año apenas enterado de la existencia de las maldiciones y con muy pocas habilidades en ello, quedó flechado por su fuerte profesor a los pocos meses.

No podrían decir qué fue lo que más influyó en que se enamoraran: la soledad que ambos sufrían, sus personalidades que empataban, el respeto y aprecio mutuo que se tenían, las tonterías compartidas o detalles más íntimos como lo bien que encajaban en un abrazo o la facilidad con la que el mayor acunaba su cuerpo.

Cuando por fin se atrevió a confesarse, acababa de cumplir 16 años; no lo tenía planeado, sería un escándalo en el mundo normal y en el de la hechicería, un alumno, menor de edad, con su profesor 13 años mayor, pero lo orillaron a hacerlo. Recuerda aquella tarde a finales de marzo, con las flores de cerezo apareciendo como hermosos botones pálidos en las ramas de los árboles, apenas deseando un poco más de sol para abrirse por completo y mostrar su delicado centro rosado y liberar su hipnotizante aroma ante todos los curiosos. Él mismo estaba cerca de hacer lo mismo.
Había escuchado por accidente una conversación de una alumna de la escuela de Kyoto, Miwa, en la que se mencionó el nombre de su maestro. Aparentemente, su profesora, Utahime Iori, había arrastrado a Gojo-sensei a una fiesta sorpresa donde lo esperaban un montón de omegas femeninas en edad de casamiento, con la supuesta intención de que por fin encontrara a alguien con quién sentar cabeza y dejara de ser tan ridículo y molesto. Yuuji sintió que el alma se le salía del cuerpo. Apenas escuchó el nombre del sitio de la fiesta, salió corriendo a toda velocidad hasta la entrada de la preparatoria sin pensar en qué haría al llegar al lugar.

El viento aún frío se sentía como pequeñas agujas que le pinchaban la nariz, la garganta y los pulmones, ya que estaba corriendo sin ningún cuidado, deseando que no fuera real. Sabía que no tenía mucho sentido el sentirse así, ya que no tenía nada con su profesor, pero vaya que dolía el pensar en que pudiera encontrar una pareja, aún peor si lo hacía forzado, casi en contra de su voluntad. Le ardieron los ojos por las lágrimas ya brotando de ellos sin parar y los cerró con fuerza sin dejar de correr, sólo para sentir cómo repentinamente era tomado con fuerza de la muñeca. Por la fuerza centrípeta producida por el agarre y la velocidad a la que iba, su cuerpo completo dio un medio giro y se estampó con fuerza sobre una entidad desconocida pero cálida.

Estaba reaccionando demasiado lento si es que se trataba de un enemigo, pero bajó los puños ya listos para defenderse cuando sintió el palpitar acelerado de un corazón bajo su oreja. Se separó un poco y levantó la mirada para encontrarse con el rostro que más deseaba ver.
Era su sensei. Iba vestido de manera casual con una camisa formal azul cielo y pantalones negros que resaltaban perfectamente su figura, el cabello alborotado y sus ojos medio cubiertos por unos lentes oscuros. Este lo miraba contrariado.

- ¿Yuuji? ¿Está todo bien? – Le dijo con tono preocupado mientras comenzaba a frotar su muñeca con el dedo pulgar. Yuuji no había podido contener las lágrimas. Observó a su profesor de arriba abajo en busca de algún cambio en él pero no encontró nada. Si tan solo se hubiera presentado ya, sabría si su olor era diferente. Al ver que su alumno no respondía, Satoru le soltó la muñeca y acunó su rostro entre sus grandes manos, tanteando la piel húmeda con las yemas de los pulgares en un intento por limpiarlas.

- Sensei… -Hipó apenas con un hilo de voz ya que su garganta se sentía seca y contraída. - ¿Tú estás bien? ¿Te…te enlazaste con alguien? – La sorpresa en el rostro del mayor fue evidente y le siguió una pequeña risa.
- No preguntaré cómo ni dónde te enteraste de eso, Yuuji, pero te responderé honestamente. Desde mi presentación como alfa durante la adolescencia no hubo alguien con quien deseara formar un lazo, no estaba interesado en el amor, las…relaciones de pareja o la familia. No sé qué le hizo pensar a Utahime que un cuarto lleno de mujeres en celo haría alguna diferencia. – Yuuji se sorprendió aún más. No sólo habían sido omegas, sino omegas en celo. Su maestro le soltó una mejilla y se retiró los lentes colocándolos en el cuello entreabierto de su camisa.
- E…entiendo, sensei. Me alegro de que se encuentre bien. – Agachó la cabeza para esconder el corazón roto que se reflejaba en su mirada pero el otro se la levantó ejerciendo presión sobre su barbilla.
- Dime, Yuuji, ¿es por mí que te ves tan desconsolado?
- Gojo-sensei, yo… - Se armó de valor y le devolvió la mirada al mayor. Se encontró cautivado por los mil matices diferentes de azul brillante, a la vez que notaba la cálida palma que acariciaba lánguidamente su piel húmeda, causándole cosquillas en el estómago. – Tengo algo que confesar, sensei. Tengo miedo que algo cambie entre nosotros pero necesito decírselo; no puedo soportar más, después de lo de hoy necesito sacarlo aunque me aterre. – El otro detuvo sus caricias y pareció que sus ojos se pusieron aún más brillantes. – Me gusta, Gojo-sensei, me gusta y sé que está mal pero…

Unos labios suaves y carnosos sobre los suyos le hicieron callar. Su profesor volvió a tomarlo de las mejillas y se inclinó más para alcanzar mejor su boca. Estaba con los ojos cerrados, lo que le permitió a Yuuji apreciar sus níveas y abundantes pestañas mientras sus labios se movían juntos, respondiendo a la necesidad del otro. Pasaron minutos enteros de esa exploración mutua cuando tuvieron que separarse por falta de aire. Satoru tenía las mejillas sonrojadas y los labios de un tono más oscuro que el rosa suave cotidiano. Por su lado, él sentía los labios y todo el cuerpo como electrificado.

- Oh, Yuuji, mi dulce Yuuji. No puedo creer que hayas sido tú quien tuviera que dar el primer paso. También me gustas, ¿sabes? Lo que decía antes, de no interesarme por nadie, cambió cuando te conocí. No me importa nada más que tú me aceptes y me quieras como yo te quiero a ti.

Yuuji sintió que su alma y su cuerpo armonizaron ante la paz que le daba su profesor con esas palabras y no dudó en saltar para envolverle los brazos alrededor del cuello y volverlo a besar. Desde esa tarde se hicieron pareja, en secreto, claro está.

A pesar de lo que todos podrían pensar si les contaba sobre su relación y la diferencia de edad, estuvieron un año completo saliendo como una pareja de adolescentes primerizos; su sensei no intentó nada pervertido ni se aprovechó de él. Al contrario, en ocasiones Yuuji deseaba llegar un poco más allá, después de todo era un adolescente enamorado con las hormonas a mil, pero Satoru era inamovible en su decisión. *Esperarían el momento adecuado, no había prisa*, le decía siempre que tocaban el tema.

Después de su cumpleaños 17, estuvo un par de meses temiendo la posibilidad de presentarse como un beta (era común que los alfas y omegas se presentaran a edades más tempranas), ya que así sería mucho más complicado tener una relación con su sensei; sin embargo, la felicidad lo invadió el día que despertó con febrícula y sintió que algo comenzaba a humedecerse ahí abajo. Acudió con Shoko y ella se lo confirmó: tenía un útero, era un omega masculino. Le indicó reposo por 72 horas (la duración promedio del celo) y le proporcionó medidas de seguridad (un collar genérico de color negro).
Fue encerrado en su habitación para evitar algún incidente con los alfas de la escuela, pero lo peor empezó ese día por la noche cuando el celo alcanzó su apogeo. Ansiaba con todo su ser a su maestro, deseaba que fuera él con su boca, sus caricias y sus otros dotes quien le arrancara el ardor de las entrañas, pero por más que lo llamó, lloriqueando entre la frustración y la necesidad de placer apenas medio aliviada, aquel no acudió sino hasta el término del tercer día, cuando Yuuji se encontraba agotado por masturbarse sin parar y ya casi completamente fuera de la vehemencia de su calor.

Se encontraba desnudo, tendido en posición fetal sobre las ropas y mantas desparramadas y revueltas sobre la cama, con la entrepierna húmeda y la piel sudada después de la última sesión de autoestimulación, listo para irse a dormir por el agotamiento, cuando percibió un cambio sutil en el ambiente.
Escuchó una inhalación profunda seguida de un gruñido bajo, y al instante sintió un par de grandes manos abrazarlo a través de su estómago que lo halaron hasta que su espalda hizo delicioso contacto con el pecho vestido y ligeramente agitado de su novio. No tenía fuerzas ni para tener una conversación, ni siquiera quería abrir los ojos, por lo que sólo dejó salir un sonido de satisfacción indicándole al otro el gusto de estar así con él.

- Oh, Yuuji. Si supieras cuánto tuve que contenerme para no venir aquí en cuanto me enteré… - Tragó saliva. - Siempre supe que estabas destinado a estar conmigo. Tu aroma es simplemente lo más dulce que he percibido en mi vida. – Le dio una profunda olfateada en la nuca, absorbiendo lo más que podía. – Muero por probarte, pero no ahora, podemos esperar, puedo esperar. – Parecía un mantra que se estaba repitiendo a sí mismo hasta creerlo; le dio un par de besos cortos sobre la nuca y el cuero cabelludo y metió la cabeza de Yuuji bajo su barbilla, apretando el abrazo. Yuuji durmió feliz sintiendo la compañía y el amor de su pareja.

Después de su presentación, y ahora consolidado como un omega masculino, empezó a portar collares personalizados y de aspecto caro que sus amigos no dudaban en interrogar sobre su origen. Por supuesto eran regalos de su muy apuesto y acaudalado novio. Todos eran de piel resistente o de materiales sintéticos pero de alta calidad, muchos de ellos con detalles metálicos, bordados o cualquier distintivo con el que pudieran resaltar, y algunos de colores llamativos como rosa y rojo. Yuuji usaba estos sólo en ocasiones especiales, ya que parecían gustarle más a Satoru.

Seguían sin dar el gran paso en su noviazgo, pero sí que habían avanzado un poco en cuanto a experimentación. Yuuji recuerda cuando su sensei le mostró por primera vez cómo dar un beso francés; el nerviosismo al sentir la lengua del otro invadir su boca, cómo el apéndice muscular danzaba a un ritmo lento y perezoso sobre el suyo, explorando también sus carrillos y su paladar, succionando la saliva acumulada y en ocasiones dejando que escapara por sus comisuras al ser un neófito.

Recuerda también el haberse sentido tan necesitado en una ocasión cerca de su celo, que fue él quien tomó la iniciativa, menospreciando las negativas de su novio, y se subió a horcajadas sobre él mientras lo aprisionaba sobre el sofá. Sabía que Satoru podía quitárselo de encima fácilmente pero se encargó de debilitar su determinación lo suficiente para que le siguiera el juego; Traía puesto un collar de cuero brillante del color de su cabello con una aplicación metálica de una garra de tigre al lado del seguro, se había quedado sólo en mallas deportivas y una sudadera de Satoru, cubriendo con éxito sus partes íntimas pero no dejando mucho de sus muslos a la imaginación. Ataviado así, sobre el regazo de su sensual novio, comenzó a repartir besos húmedos y lametones de gatito desde su esternón hasta el borde de su oreja, jadeando suave al sentir cómo el miembro debajo crecía y se endurecía. En esa ocasión y las otras similares que les siguieron, Satoru no lo tocaba, sino que se masturbaban por sí mismos pero uno frente al otro, conociendo ya sus expresiones faciales y orales de placer de memoria, y mezclando sus alientos y sus espermas durante el org*smo compartido. A Yuuji le encantaba su diferencia de tamaños en ambos sentidos, no podía esperar a ser llenado por su sensei.

Días después de su cumpleaños 18, y por fin graduado de la preparatoria, Satoru organizó una pequeña fiesta con amigos y compañeros para celebrar ambas fechas. Acudieron sus mejores amigos Kugisaki y Fushiguro, así como Panda, ya que Inumaki, Maki y Yuta se encontraban en misiones en diferentes puntos del país; también asistieron varios profesores, entre ellos Nanamin, quien parecía más disgustado con Satoru de lo normal.
Fue una velada perfecta entre la cena, el baile, los juegos de mesa y la convivencia con sus seres queridos; notó que su novio estaba más apartado pero lo atribuyó a la carga de trabajo y se permitió disfrutar a pesar del diminuto lastre de preocupación en su corazón.
Cuando llegó la media noche, los invitados se fueron despidiendo uno a uno y sólo sus amigos se demoraron un poco más para darle doble abrazo y expresarle lo valioso de su amistad aún ahora que sus caminos se separarían un poco, pero no mencionaron nada sobre el hecho de que todos, excepto él, abandonaban la casa de Gojo-sensei. Nanamin sí lo notó; fue el último en dejar la casa, no sin antes lanzar a Gojo una mirada de desaprobación que el otro ignoró olímpicamente, y se acercó a Yuuji para poner una mano sobre su hombro y dar un leve apretón.

- Aquí comienza tu transición de niño a adulto; lo cual no significa que ya no necesites protección o que otros no te pongan por encima de su propio bienestar. – Miró nuevamente a Gojo. – Espero que no acumules tantas desesperanzas como nosotros a tu edad, y espero que tu yo adulto sea más feliz que el mío, Itadori.

Su apretón se hizo más fuerte y le regaló una media sonrisa, raro en Nanamin. No pudo percibir sus verdaderas emociones ya que llevaba un parche anti-olor. Yuuji agradeció y reverenció al que fue su sensei y amigo, y cerró la puerta.

Alcanzó a Satoru en la cocina, quien los había estado escuchando apoyado en la encimera, y sin previo aviso envolvió sus brazos a su alrededor y recargó la mejilla en su pecho, ahora ya no tan amplio ni tan inalcanzable para él; había aumentado su estatura 7cm y aumentado su masa muscular a pesar de su segundo género. Su novio le regresó el abrazo con algo de duda en sus movimientos y Yuuji sintió que algo se estrujaba en su interior. Estaba a punto de preguntar qué pasaba cuando Satoru rompió suavemente el abrazo, alejándolo medio brazo, y salió hacia la habitación murmurando algo ininteligible. Elevó la voz para preguntar si estaba todo bien y el otro le respondió que necesitaba el baño.

Yuuji suspiró frustrado y se dirigió a la recámara que compartían con bastante frecuencia desde hacía unos 6 meses, para buscar una muda de ropa. Hoy se había vestido un poco diferente a su estilo habitual, esperando generar una reacción positiva en Satoru pero terminó decepcionado, ya que el otro había estado distante y únicamente lo había observado en silencio antes de que llegaran las visitas. Se vio al espejo: camisa blanca con un bolsillo al frente, el cuello con los dos botones superiores desabrochados, apenas mostrando el frente de su collar: uno de cuero mate, en tono azul cielo, como los ojos de Satoru, con detalles y hebilla en plateado, las mangas arremangadas hasta la mitad de los antebrazos, metida dentro de unos pantalones de gabardina en color gris sujetos con un cinturón negro. Mientras tomaba sus prendas, su novio salió del baño un poco sonrojado pero no dijo nada. A Yuuji no le gustaba cuando discutían, mucho menos después de una noche tan buena, por lo que se dirigió al cuarto de baño en silencio. Llenaría la bañera y se quedaría ahí hasta que resolviera cómo comunicarse con su novio. Entró al baño distraído con sus pensamientos y se detuvo ante lo inesperado.

El cuarto estaba cubierto de una fina capa de vapor con un tenue aroma a flor de Sakura que distorsionaba todo, la luz había sido regulada de forma que parecía el resplandor apagado de un atardecer; la bañera ya estaba llena de agua y de una fragante espuma color rosa, y junto a ella, en el piso, Yuuji tuvo que dar un paso atrás al notar el montón de fotografías en miniatura que se extendían por la alfombra. Él y su Satoru, en distintas etapas de su relación, incluso desde que eran sólo alumno y maestro. Se agachó para tomar las que pudo antes de que el vapor de agua las arruinara, y al sentir una presencia detrás suyo, giró rápidamente encontrándose con su novio apoyado en el piso sobre una rodilla. Le estaba sonriendo.

- ¿Te gustó la sorpresa? – Le preguntó radiante mientras se soplaba los mechones sueltos y medio pegados a la frente por la humedad. Él le mostró las fotografías en sus palmas.
- No quiero que se arruinen, déjame sacarlas del baño. -Pero antes de que cruzara el umbral de la puerta, un fuerte brazo lo retuvo y lo haló hacia atrás sin miramientos, haciendo que los múltiples cuadrados de papel salieran volando de sus manos y llovieran sobre ellos mientras él caía en el fuerte abrazo de Satoru, haciendo que levantara una pierna por el impulso, cual actriz coqueta en musicales Hollywoodescos. Sólo atinó a agarrar a su novio de las solapas de su saco azul marino.

Sus miradas hicieron contacto en la atmósfera íntima, del zafiro resplandeciente al luminoso dorado, y antes de que Yuuji pudiera decir nada, Satoru se inclinó y tomó su boca entreabierta con la suya, centrándose en acariciar y amasar sus labios, con un temblor fino en las manos que lo sostenían. El calor de la habitación y de su contacto los hizo separarse para tomar una larga bocanada de aire que poco les ayudó, y Yuuji, habiendo perdido todo resentimiento previo, se acomodó en los brazos de su amante y envolvió su cuello con los brazos, atrayéndolo para mejorar el beso.

Aunque Satoru era su única experiencia en las artes del amor, era excelente como profesor, como en todo lo que hacía. Se levantó un poco de puntillas y después de tentar al mayor con unos besos húmedos cerrados y un par de empujones de cadera, sacó la lengua para demandarle al otro que separara los labios; obedeció al instante y así empezó una más de sus calientes sesiones. El roce de sus lenguas parecía arder más y más en sus cavidades, en lugar de calmarse. Sintió unas grandes manos bajar por las curvas de su cintura, su cadera y espalda baja para terminar extendidas con una deliciosa presión sobre sus nalgas y la parte superior de sus muslos; escuchó que su novio exhalaba fuerte por la nariz para no romper el beso, y enseguida se vio levantado y con su pelvis rozando la entrepierna y el abdomen bajo de su novio, por lo que rápido lo envolvió con sus extremidades inferiores. Satoru lo masajeó de forma lasciva mientras la desesperación en el beso se intensificaba. Ahora ya no se contenía. Sus lenguas se cruzaban una y otra vez en caricias mojadas y sus dientes rozaban y se apretaban entre sí y contra sus labios. Pasaba sus manos una y otra vez sobre la mata de cabello blanco, tirando de algunos mechones cuando sentía el miembro del otro rebotar sobre su ya mojada entrada.

Después de varios minutos ahogándose en su lujuria, Satoru lo llevó hasta la superficie de granito del lavamanos y ahí lo sentó mientras se mantenía entre sus piernas. Con gran habilidad de sus largos dedos, le retiró el cinturón y abrió la cremallera de sus pantalones y los bajó de un tirón. Yuuji sólo pudo emitir un jadeo de anticipación. Ahora estaba medio desnudo siendo apreciado por la mirada azul, ahora más oscura; era consciente de la camisa pegada a su torso por la humedad sofocante del ambiente, así como de sus pezones erectos delatándose debajo de la tela como una invitación. Satoru les dio una larga mirada de aprobación y los retorció con suavidad entre sus dedos haciéndolo gemir alto y prolongado mientras su propio pene tenía un pequeño espasmo y dejaba salir un chorrito de líquido preseminal. Entonces, en lugar de proceder como siempre y empezar sus sesiones de masturbación, su novio se arrodilló en el piso y hundió la cara en su entrepierna, sorprendiéndolo en el acto; nunca habían estado tan cerca de esa manera. Percibió el sonido de varias inhalaciones sobre su vello púbico y después una caricia húmeda que lo hizo dar un pequeño salto en su lugar. Las manos de su novio le cubrieron los muslos para separarlos y en esta mejor posición, dio un par más de lamidas a su virilidad goteante y lo miró desde abajo a través de sus pestañas. Se veía incomparablemente sexy y eso sólo ayudó a excitarse más.

- Sabes mejor de lo que imaginé. – Otra lamida a su glande. – Yuuji…¿Tienes idea de cuánto he deseado hacerte esto? – Yuuji negó con la cabeza sintiéndose mareado por el placer. – Desde la primera vez que pude ver tu intimidad, la primera vez que fui testigo de lo bonito y vivaz que eras aquí…– Pasó la lengua desde la mitad hasta la punta para hacer énfasis. -…quise comerte entero.
- Satoru… - No pudo ni armar una frase porque el nuevo placer de ser engullido por la boca de su amante le nubló los sentidos.

Cada movimiento de lengua le recordaba lo bueno que era su sensei besando, pero ahora eso era nada comparado con esto. Tenía el impulso de cerrar las piernas pero los largos dedos se clavaban en su piel evitando que lo hiciera, obligándolo a recibir y aceptar cada estremecimiento de placer otorgado por la boca experta. Nunca había sentido nada igual y aunque había visto y escuchado las experiencias de otros, creyó que no era para tanto. Qué equivocado estaba. Comenzó a soltar gemidos ruidosos mientras intentaba mantenerse quieto ante el asalto. Era su primera vez recibiendo una felación, era seguro que sufriría sobreestimulación por ser principiante, pero su novio parecía decidido a darle la experiencia completa. No tardó demasiado en sentir los tirones en sus ingles y con gemidos agudos y palabras entrecortadas por los jadeos, le dijo a su novio que estaba por venirse. Satoru entonces introdujo aún más su pene en su garganta y tarareo de satisfacción mientras hacía movimientos de deglución. Fue su perdición. Se sintió ordeñado por la perfecta y hábil boca de su novio mayor. Ruidos animales y lágrimas salieron de él a la vez que su sem*n era tragado por su sensei con sonidos exagerados.

Una vez se hubo recuperado del esplendor post org*smo, el otro se levantó, le levantó la cara y le dio un beso de lengua pero calmado, gimiendo mientras saboreaba la mezcla de la saliva de Yuuji y su sem*n con la suya.
Al verlo tan dócil y aturdido sólo se rió mientras le acariciaba la mejilla y le pidió que levantara los brazos para sacarle la camisa, como a un niño demasiado mimado. También lo alzó al estilo nupcial y lo depositó en la bañera. Le dio la espalda y comenzó a quitarse las prendas propias sin detenerse a mirar dónde caían. Tuvo cuidado al meterse a la bañera detrás de él y sólo cuando se reacomodaron, Yuuji sentado entre las piernas más largas, sintió la erección caliente rozando su espalda. Tragó saliva, pero Satoru calmadamente tomó el jabón corporal y lo lavó desde el cuello hasta la entrepierna, frotando suave sin segundas intenciones.

Yuuji se giró en su regazo para quedar de frente e hizo lo mismo con él, pero antes de que llegara a la parte de regresarle el favor fingiendo lavarle la entrepierna, Satoru le detuvo la mano por la muñeca y para suavizar la rudeza del gesto, se llevó la palma y cada dedo a los labios para besarlos con cariño.

- Tengo algo para ti, pero necesito que cierres los ojos un momento. – Tenía un brillo inusual en la mirada y sus ojos parecían más grandes. Le dio un apretón tranquilizador en la mano que aún sostenía.
- Está bien, pero si se trata de una broma te haré pagar mañana con un desayuno salado. – Lo sintió sacudirse por la risa debajo de él y obediente cerró los ojos mientras jugaba con la mano de Satoru entre las suyas.

Percibió un suspiro profundo y tembloroso viniendo de su amante y abrió los ojos sin preguntarle. Y vaya que los abrió por el asombro. Frente a él, entre la perfecta figura de su novio y él, se encontraba una argolla dorada sobre su palma. Se le quedó viendo fijamente como creyendo que si miraba más de cerca, el objeto desaparecería, pero no fue así, el contrario, más y más detalles salieron a relucir: una argolla gruesa de reluciente oro atravesada con una línea de oro rosa a lo largo de su circunferencia, decorada con 1 hermosa piedra cuadrada de un tono azul intenso, turmalina, le susurró Satoru adivinando sus pensamientos. Entonces Yuuji lo miró y le leyó los labios, ya que el palpitar de su corazón era atronador en sus oídos.

- ¿Quieres casarte conmigo? – Los leyó perfectamente, era una de las habilidades que desarrolló para sus misiones cazando a usuarios malditos, pero no lo creyó. Parpadeó intentando despejarse y regresó la mirada a la cara de su novio. Estaba serio e inusualmente quieto. – Yuuji… -Cantó en el tono juguetón que solía usar para reprenderlo cuando era un estudiante. -Acabo de preguntarte si te casarías conmigo. ¿Quieres ser mi esposo, mi compañero, mi todo en esta vida y en las siguientes?

Ahora no podía fingir que no sabía lo que dijo. Miró a su sensei: una figura extremadamente larga, con músculos trabajados, un porte envidiable, unos labios delgados pero carnosos y ahora enrojecidos por sus besos, facciones envidiables hasta para un dios, y esos ojos, esos ojos que en verdad lo habían visto desde su primer encuentro. Mil tonos mezclados en uno, bordeados de pestañas blancas como la nieve y sombras oscuras debajo apenas manchando su piel lechosa; levantó su mano y le acarició ahí donde se encontraba el único signo de sus preocupaciones y la carga que llevaba. Recordó las palabras de Nanamin de más temprano. “No significa que otros no te pongan por encima de su propio bienestar”. Él sabía. Sintió que su sollozo se esforzaba por salir de su pecho y sintió la cara caliente por las lágrimas, pero tenía una sonrisa estúpida en la cara, de esas que sólo su sensei provocaba. Envolvió sus brazos en el cuello del otro una vez más para darle un casto beso en los labios y al separarse, vio la argolla que no había cambiado de lugar, y le respondió.

- ¡Sí! Sí quiero, Satoru, quiero protegerte y que me protejas; no me importa que esto se convierta en una maldición si significa poder estar contigo siempre. - Los ojos de Satoru se aguaron y rápidamente le tomó la mano izquierda y deslizó el anillo por su cuarto dedo. Embonó perfectamente. No perdió el tiempo y estiró un brazo fuera de la bañera y le entregó otra argolla similar a Yuuji, sólo que esta tenía una piedra entre tonos rosa pálido y coral, casi acuosa. Satoru le ofreció su mano izquierda y Yuuji no dudó en tomarla, deslizar la joya por su largo dedo, y depositó un beso sobre el nudillo que la portaba.

Satoru le sonrió como un niño y lo giró sin dificultad para que volviera a su posición sentada entre sus piernas con la espalda tocando su pecho. Entrelazó sus dedos ahora marcados como comprometidos y lo abrazó con fuerza mientras deslizaba su nariz sobre su nuca. Sintió un pinchazo donde Satoru había enganchado sus dientes en el parche anti-olor y se tensó en sus brazos mientras el otro arrancaba el plástico de su piel. Su aroma comenzó a invadir la habitación, dulce y especiado, como una amenaza de hacerse más picante.
Recibió unas cuantas lamidas sobre su glándula y muchos besos suaves a lo largo de sus hombros y la parte superior de su espalda. Sin darse cuenta ya había empezado a gemir. Se sentía seguro, deseado y necesitado, encerrado sin escapatoria en los brazos de quien sería su esposo.

La erección del mayor estuvo de nuevo rozando su espalda y la suya empezó a despertar, sintiendo más abajo espasmos leves que indicaban que empezaba a lubricarse. Alentado por sus gemidos, Satoru lo liberó un poco y empezó a pasar sus manos sobre su pecho y abdomen, amasando con delicadeza sus músculos con movimientos relajantes como hacía años cuando lo masajeaba después de los entrenamientos físicos.

- Yuuji, amor… Ahora que has aceptado mi propuesta, permíteme preguntarte algo más. – Se humedeció los labios con la lengua y rozó la piel de su cuello. - ¿Eres mío ahora? ¿Deseas ser mío?

El anhelo contenido con el que pronunció las palabras llevó a Yuuji a otro nivel de excitación. ¿Deseaba ser suyo? Maldita sea que lo deseaba. Asintió varias veces con la cabeza mientras jadeaba por las cosquillas en su cuello.

- Siempre te he pertenecido, sensei… - Una mordida en su hombro lo hizo dar un grito ahogado.
- Así es. Estás hecho para mí. Siempre lo supe. Esperé para poder hacerte mío en todos los sentidos. Mírate ahora, mi recién madurado y enérgico futuro marido, con un anillo en tu dedo que grita que eres mío. – Otra inspiración sobre su nuca. - Oliendo a lujuria y gimiendo de deseo por tu sensei. Oh dios. Has crecido tanto, Yuuji. – Le gimió lo último directo en el oído mientras restregaba sus manos sobre sus pectorales y brazos, apretando la masa dura bajo la piel.
- Estoy hecho para ti, sensei. Seré un buen omega para ti. – Jadeó deseando más de las caricias de ese hombre.
- Eres el mejor, Yuuji, de eso no me queda duda. Quiero hacerte mío por completo, marcarte y poner mis bebés en tu vientre. – Acentuó lo último con su mano sobre su abdomen bajo, tamborileando con sus dedos a la altura de donde debía estar su útero, rozando peligrosamente su pene ya duro. – Imagina lo bonito que te verás cargando a mis bebés. Lo bien que alimentarás a tu sensei con la leche del bebé mientras lo montas. – Yuuji ahogó un grito de placer y vergüenza. Su novio era tan sucio. – Vamos, dime lo que quieres. Sólo pídelo y lo tendrás.

Su control estaba cayéndose a pedazos, podía casi palpar su desesperación por hacerlo suyo por fin. Pero no sería en la bañera, al menos no su primera vez.

- Sensei… Satoru… Llévame a la cama y fóllame, enséñame lo que te gusta para poder complacerte. – Apenas hubo terminado cuando fue abrazado y elevado mientras su novio se levantaba intempestivamente, desbordando el agua de la bañera sobre todo el piso del baño. No perdieron tiempo ni en tomar una toalla. Lo cargó hasta el dormitorio mientras le comía la boca como un poseso.

Una vez en la recámara, lo soltó sobre la cama con poca delicadeza y se irguió frente a él en todo su espléndido porte y figura. Sus cabellos blancos dejando caer riachuelos de agua sobre las curvas tentadoras de su anatomía, resaltando cada borde bien marcado de sus músculos y acariciando a su paso cada centímetro del Adonis, provocando a Yuuji una avaricia irracional. Se arrodilló en la cama y se acercó a su alfa pidiendo algo con la mirada.

- Seré dulce, Yuuji, te lo prometo. – Le dijo el otro mientras se inclinaba para empujarlo de nuevo al fondo del colchón. Se sostuvo sobre él con un codo sobre la firme superficie y comenzó a besarlo de nuevo mientras con su otra mano acariciaba su cuerpo, frotando suavemente sus caderas desnudas y resbaladizas por el agua jabonosa.
Las sábanas se estaban convirtiendo en un desastre húmedo pero Yuuji sólo tenía espacio en su mente para Satoru. Su profesor favorito. Su novio. Su futuro esposo. El futuro padre de sus hijos, como él mismo había dicho. Nunca había considerado la maternidad pero en el momento que Satoru sacó el tema a colación, de forma inadecuada y sucia, sintió que un nuevo nivel de calentura se desbloqueó dentro de sí mismo. Gimió fuerte cuando sintió el miembro de su novio golpear su perineo y por instinto separó más las piernas. El otro hizo un ruido de amable reconocimiento. Un “bien hecho” silencioso.

Siguió con su vaivén un rato más, sacando a Yuuji de quicio durante las no pocas veces que el miembro, ya resbaloso por el líquido preseminal, y ahora por su lubricante, resbalaba más allá y se acercaba a su entrada. A pesar de su desesperación, parecía que quería prolongar cada momento más allá de lo posible, sin importarle volver loco a su joven amante en el proceso. Cuando por fin lo hizo llegar a su punto máximo de tolerancia, Yuuji gimió frustrado y con los ojos llenos de lágrimas, y le suplicó a Satoru que entrara en él.

- Te dolerá si lo hago ahora, Yuuji, pero tranquilo, deja todo en manos de tu querido esposo. Estaré para complacerte de ahora en adelante, en la más pequeña cosa que me pidas o requieras, estaré sólo para ti, no te faltará nada. – Alejó su cadera y en cambio, deslizó dos dedos sobre la humedad resbalosa de su piel, que era tanta que ya formaba un pequeño charco sobre el colchón. Paseó las yemas sobre los pliegues externos, ejerciendo un poco más de presión cada vez hasta que entraron las falanges distales. Yuuji gritó de gusto. Durante sus pocos celos (ya que para la mayoría había usado supresores), sólo se había estimulado el pene, disfrutando cuando sus paredes se contraían ante el org*smo pero sin poder saber aún lo bueno que era ser estimulado en esa zona.

Comenzó a moverse contra los dedos, logrando que estos entraran unos centímetros más dentro suyo, lo cual sólo lo hizo desear más. Satoru lo cubrió de besos entretanto, sólo separando escasamente ambos dedos mientras estaba dentro de él, sin meterlos o sacarlos. De eso se estaba encargando el mismo Yuuji. Se agarró fuerte de los brazos de su novio, encajando en ellos las medias lunas de sus uñas cortas mientras su cuerpo se encendía y pedía más de aquello.

- Satoru…Satoru… - Lo llamó jadeante pero firme. El otro no paró sus atenciones, como indicando que continuara lo que tenía que decir. – Mételo ya, por favor. No me importa que duela, no se siente correcto que sean tus dedos los que me desvirguen. Por favor, lo soportaré… Te amo.

Ahora sí que Satoru dejó lo que estaba haciendo y lo miró desde su posición arriba con una mezcla de emociones y sentimientos pasando por sus facciones en esos cortos segundos. Sus pupilas estaban dilatadas, sus mejillas enrojecidas, su respiración caliente y superficial y su pecho subía y bajaba agitado. Le besó la frente y luego la boca, descuidadamente, y apenas hubo sacado sus dedos cuando en un par de movimientos su pene ya se encontraba alineado a su entrada, listo para comenzar a empujar dentro de su carne tierna.

Se apoyó en un codo para mantenerse encima sin aplastarlo con su peso y enlazó su mano libre con la de Yuuji, apretándola sobre la cama a un lado de su rostro. Con una sola mirada le dijo todo: iba a hacerlo y le pedía que lo mirara. Yuuji obedecería. Sintió el agarre de su mano tensarse y enseguida una invasión en su agujero.

Jadeó ante el ardor, completamente desconocido y nuevo hasta ahora, pero se mantuvo callado y tenso; su novio empujó un poco más y ahora sí tuvo el impulso de moverse hacia arriba sobre la cama, tratando de escapar de la intromisión. Satoru lo persiguió y empujó un poco más sin decir palabra. Se veía que se estaba contendiendo lo más que podía, y si hablaba quizás ese control se iría al diablo. Se esforzó por respirar profundo y relajarse, dejando que la gran polla entrara un poco más. El ardor pasó a ser un dolor leve sordo, pero cuando Satoru quiso ganar unos centímetros más, la molestia volvió a ser aguda y lo hizo apretar los ojos con fuerza. Satoru entendió las señales y le dio un perezoso beso de lengua mientras daba un apretón tranquilizador a la mano toda crispada de su compañero.

Sin decir nada le soltó la mano y lo tomó de las caderas, dándole vuelta fácilmente para ser ahora él el de abajo y Yuuji el que montaba. El miembro de Satoru había perdido un poco de terreno y con un movimiento de acomodo lo recuperó en un instante, dejando a Yuuji con la boca en forma de “O”.

- Puede que así sea más fácil para ti. Hazlo a tu ritmo, yo no me moveré. – Le explicó sin aliento, y Yuuji agradeció silenciosamente las consideraciones que tenía su ex sensei con él. Estiró una mano por debajo de su muslo flexionado y alcanzó la base de la polla de Satoru para tener control sobre cuánto más entraba de eso en él; al tocarlo se dio cuenta de algo: Gojo tenía puesto un condón. ¿No estaba hablando hace 30 minutos sobre lo mucho que quería bebés? Estaba a punto de reprocharle cuando sintió cómo el miembro se deslizaba un poco más allá y miró al otro con traición en la mirada.

- No te embarazaré en tu primera vez, mi Yuuji. Podemos esperar. – Y le regaló una sonrisa coqueta que le iluminó todo el rostro, dejando ver sus colmillos ahora desenvainados. Yuuji no supo qué responder y no necesitó hacerlo, porque la distracción fue suficiente para hacerlo destensar ciertas partes sobre las que no tenía muy buen control y en dos segundos el enorme falo de su prometido ya estaba dentro, invadiéndolo con un calor doloroso y placentero.

- Oh dios. – Atinó a mencionar ante la sensación de plenitud.

Satoru le daba caricias y apretones contenidos por encima de la cadera. Soltó un gruñido satisfecho y extendió sus manos posesivamente sobre sus costados, con sus pulgares sobre el abultamiento en el abdomen producido por la punta de su miembro enterrado tan profundo, y el resto de los dedos sobando sobre sus hoyuelos sacros. Lo dejó regular su respiración y acostumbrarse un poco mientras le susurraba un montón de elogios.

- Yuuji, eres lo mejor, simplemente lo mejor. Encajamos perfectamente. ¿Puedes sentir cuán dentro estoy de ti? Casi puedo sentir tu pequeño útero en mi polla. Te encantaría que lo llenara de mi sem*n, ¿no es cierto? Pero me temo que será en otra ocasión. Por ahora quiero tu perfecto, perfecto cuerpo para mí solo. Ahora que por fin eres todo mío, no vas a escapar de mí teniendo un bebé. Haré que no quieras bajarte nunca. – Le gruñó lo último mientras apretaba el agarre y daba un par de embestidas pausadas.

Pronto el dolor fue reemplazado por un éxtasis puro, sintiendo cómo sus paredes se contraían con ansias sobre el miembro que lo penetraba y lo golpeaba por dentro, abultando su abdomen con cada movimiento, haciéndolo babear cuando salía casi por completo y volvía adentro con un bien calculado roce sobre su pared anterior.

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Otra vez parecía estar llegando a la sobreestimulación por el acúmulo de sensaciones desconocidas y muy nuevas para él, pero de nuevo, su novio no se detendría al ver que su futuro tierno esposo estaba disfrutando demasiado. Al contrario, le mostraría varias de sus cartas desde el principio para que supiera cuán deseado era y se enterara de lo bueno que era tener un hombre mayor y experimentado como pareja.

Podía sentir cómo su polla palpitaba al ritmo de los gemidos de su bebé, quien se encontraba ajeno a casi todo mientras era estimulado por primera vez en su próstata. Satoru veía su fuerte cuerpo cubierto de una fina capa de sudor, aspiraba el masculino aroma mezclado con las dulces feromonas, ahora con un delicioso toque picante como de canela; sentía las uñas clavarse en la carne de sus trapecios y veía con sus seis ojos cada mínimo detalle de su novio agitarse y estremecerse ante él de puro placer. Decidió que lo haría terminar así, sin tocar ningún otro lugar además de sus calientes y mojadas entrañas.

Ahora cada golpe de su cadera estaba destinado a dirigir su miembro hacia el área sensible de su Yuuji; salía casi por completo y entraba con fuerza suficiente para empujar a su no tan pequeño amante hacia arriba, rozando una y otra vez la mucosa por encima de la próstata virgen del muchacho, una y otra vez, impidiendo que el ya muy estimulado Yuuji se moviera siquiera un centímetro en busca de alivio; parecía más una tortura que un premio pero Satoru sabía lo que hacía, cuando Yuuji alcanzara el org*smo sería devastador.
Aunque quisiera no dejarlo tan agotado en esta ocasión, no podría contenerse mucho más. Todo en tomar la primera vez de su antiguo alumno lo volvía loco. Recordaba cómo fue creciendo en físico y fuerza, su presentación como omega y lo increíblemente difícil que fue no teletransportarse su habitación y cogérselo en su primer celo; recuerda cómo lo vio desarrollarse por completo, volviéndose más sensual y atrevido con el tiempo, cómo solía lucir los collares que más le gustaban a Satoru cuando se acercaban sus días de calor, esperando tentarlo lo suficiente como para ser tomado.

En este instante sus gemidos eran leña para el fuego de la lujuria desenfrenada de Satoru. Se sentó en la cama sin salir y al colocarse en la nueva posición se hundió un poco más, haciendo aullar a Yuuji por el cambio. Podía sentir que se acercaba, podía percibir los espasmos internos y la tensión en sus piernas y brazos.

Lo dejó libre montando su polla y en lo último que le quedaba de lucidez, levantó las manos hasta el collar de su omega (azul, qué adecuado para el momento), presionó el candado con su mano, reforzada con energía maldita, y el metal se rompió bajo su fuerza haciendo jadear a Yuuji al notar su cuello vulnerable. Arrojó los despojos del collar lejos de su vista y se acercó a lamer el área ahora totalmente descubierta.

Con algo de duda abrió la boca y hundió el filo de sus colmillos justo cuando daba una embestida profunda, y su Yuuji se corrió gritando su nombre desesperadamente. Parecía que quería asfixiarlo con la fuerza con la que su entrada se apretaba a su alrededor, su éxtasis extendiéndose más y más mientras Satoru continuaba los movimientos y los golpeteos sobre su próstata, convirtiendo sus gemidos en maullidos y sollozos lastimeros mientras un poco de saliva escapaba por la comisura de su boca y sus mejillas y barbilla se manchaban con lágrimas saladas. Él mismo alcanzó el org*smo ante el espectáculo que presenciaba y al paladear el sabor de la sangre de su amante mezclada con el olor dulzón de las feromonas directamente de la glándula. Nunca había sentido tal placer al venirse dentro de alguien, así fuera con condón, la conexión que tenía con Yuuji antes y después del enlace actual, era la mejor y más pura que jamás pudo haber experimentado.

Desde siempre fueron el uno para el otro. Ambos lo sabían. Se habían visto a través de todo, sin apariencias, y se habían enamorado sin barreras de por medio. Percibían sus almas como nadie más pudo hacerlo y no había nada que pudiera separarlos ahora que por fin se pertenecían en cuerpo y alma.

Se abrazaron un largo rato mientras Satoru apoyaba su frente sobre el hombro de Yuuji, dando besos cortos sobre la marca de mordida recién hecha, sus brazos apretados sobre el cuerpo del menor y los de Yuuji alrededor de su protector jugando con sus mechones blancos, con sus cuerpos aún unidos por sus sexos.

Una vez que se separaron, Satoru sintió el cansancio de su omega y ambos se recostaron en el desastre que habían hecho sobre la cama, frente a frente, con las manos enlazadas en un gesto de ternura.

- Te amo, Yuuji. Siempre lo he hecho y siempre lo haré. Eres el mejor para mí, el único amor que he tenido. – Yuuji le regaló una sonrisa adormilada.
- También te amo, futuro esposo. – Agregó con tono juguetón e hizo que el corazón de su prometido se acelerara de la emoción. – Tenías razón, valió la pena esperar.

Le dio un beso en la nariz y se sonrojó mientras seguía sonriendo como un bobo, y por supuesto, Satoru le regresó la misma expresión bobalicona mientras fantaseaba con todo lo que haría con su Yuuji mientras pasaba la siguiente etapa de espera.

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